BIENVENIDOS A MIS REFLEXIONES VAMPIRICAS

martes, 26 de diciembre de 2006

Cancion

El amor que hoy brota de mi alma


El amor que brota de mi alma va mucho mas que decir te amo ¡Es algo inexplicable! Esto que se adueño de mis sentidos lo siento aquí, aquí muy dentro.
Es algo que hace que pida a ese Dios omnipotente que todo lo sabe y todo lo ve que tu mi amor, estés bien seas feliz y nada te falte.
El amor que siento por ti va mas allá de las palabras es este sentimiento callado que sin decir nada, grita al cielo que deseo estar a tu lado.
El amor que siento por ti es ser feliz cuando te escucho sonreír mi amor no tiene distancias ni fronteras simplemente te amo así, sin pedir nada.

Poesias cortas


Tengo tiempo para quererte pero los segundos se acaban,no me da tiempo a decirte,a besarte con sentimientos,a estremecerte con caricias,tengo tiempo para amarte si este segundo es eterno.

De la mañana a la noche de tu cuerpo al mío de tu color a mi mirada de tu aire a mi aire de tu voz a mi entender de tu gozo a mi deseo de tu caricia a mi beso de tu amor... a mi amor.

Mantengo la esperanza de ti porque no creo en el adiós porque nuestro amor no es recuerdo mantengo la vida de sentirte porque nos quisimos y nos queremos porque nací para amarte mantengo la esperanza de tu vuelta te esperaré.

Pensaré en ti pensaré que te conocí,sentiré tu presencia sentiré que estas aquí sabré que existes,sabré que me conoces y siempre me ilusionare,como el dia en el que te conocí

Encuentro: Jorge Luis Borges.vs Heinrich Heine


Jorge Luis Borges
Antelación del amor

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta ni la privanza de tu cuerpo,aún misterioso y tácito y de niña,ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento serán favor tan persuasivo de ideas como el mirar tu sueño implicado en la vigilia de mis ávidos brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo,me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes,
Arrojado a la quietud divisaré esa playa última de tu ser y te veré por vez primera quizás como Dios ha de verte,desbaratada la ficción del Tiempo sin el amor, sin mí.

Los justos

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.El que agradece que en la tierra haya música.El que descubre con placer una etimología.Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.El ceramista que premedita un color y una forma.El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.El que acaricia a un animal dormido.El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.El que agradece que en la tierra haya Stevenson.El que prefiere que los otros tengan razón.Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

El enamorado

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,lámparas y la línea de Durero,las nueve cifras y el cambiante cero,debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado fueron Persépolis y Roma y que una arena sutil midió la suerte de la almena que los siglos de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas y la pira de la epopeya y los pesados mares que roen de la tierra los pilares.
Debo fingir que hay otros. Es mentira.Sólo tú eres. Tú, mi desventura y mi ventura, inagotable y pura.

El sueño.

Si el sueño fuera (como dicen) una tregua, un puro reposo de la mente,¿por qué, si te despiertan bruscamente,sientes que te han robado una fortuna?
¿Por qué es tan triste madrugar? La hora nos despoja de un don inconcebible,tan íntimo que sólo es traducible en un sopor que la vigilia dora
de sueños, que bien pueden ser reflejos truncos de los tesoros de la sombra,de un orbe intemporal que no se nombra
y que el día deforma en sus espejos.¿Quién serás esta noche en el oscuro sueño, del otro lado de su muro?

Los Borges.

Nada o muy poco sé de mis mayores portugueses, los Borges: vaga gente que prosigue en mi carne, oscuramente,sus hábitos, rigores y temores.
Tenues como si nunca hubieran sido y ajenos a los trámites del arte,indescifrablemente forman parte del tiempo, de la tierra y del olvido.
Mejor así. Cumplida la faena,son Portugal, son la famosa gente que forzó las murallas del Oriente
y se dio al mar y al otro mar de arena.Son el rey que en el místico desierto se perdió y el que jura que no ha muerto.

Heinrich Heine

La desconocida.

Sé que a los jardines regios de las Tullerías va todas las tardes la hermosa rubia, que es mi dulce imán,y que bajo sus frondosos castaños la he de encontrar.La acompañan dos odiosas damas de madura edad.¿Son sus tías? ¿son dragones con femenino disfraz?Las dos dueñas bigotudas horrible miedo me dan,y aun mi corazón inquieto más miedo me hace pasar;y así, cuando en los jardines me cruzo con mi beldad,ni el más mínimo requiebro me decido a pronunciar,y apenas en mis pupilas arde el interior volcán.Hoy he sabido su nombre por pura casualidad;se llama Laura, lo mismo que la hermosa provenzal,por el excelso poeta amada con loco afán.¡Se llama Laura!, ¡Qué dicha!me encuentro en el caso igual que el Petrarca, cuando ansioso consagraba a su deidad de sonetos y canciones inagotable raudal.¡Se llama Laura! y lo mismo que Petrarca, he de gozarla platónica delicia,la pura felicidad de embriagarme en la dulzura de su nombre celestial.Al fin y al cabo, Petrarcano consiguió nada más.

La fortuna

Ah, señora Fortuna! inútilmente desdeñosa te muestras. Tus favores conquistaré con ánimo valiente como todos los bravos luchadores.En la reñida lid caerás domada;ya forjo el yugo al que serás uncida;pero al verte a mis plantas desarmada,siento en el corazón mortal herida.La roja sangre brota en largo río y el dulce soplo del vital aliento…y cuando el triunfo que anhelé, ya es mío,ceder mis fuerzas y morir me siento.

Primavera

La corriente resbala brilladora;cuán vivo es el amor en Primavera!Teje fresca guirnalda la pastora y sonríe sentada en la ribera.
Las flores dan al viento su ambrosía;¡cuán vivo en Primavera es el amor!-«¿A quién esta guirnalda yo daría?»¿dice la hermosa llena de rubor?
Un caballero pasa galopando;la saluda con júbilo al pasar.La bella lo contempla palpitando,y una pluma a lo lejos ve ondular.
Arroja al río las brillantes flores,y prorrumpe en un llanto agobiador.¡Cómo cantan los tiernos ruiseñores!¡cuán vivo en Primavera es el amor!

Una mujer

Se amaban con frenética pasión;ella era una ramera; él un ladrón;cuando él fraguaba alguna fechoría,se echaba ella en la cama, y se reía.
Pasaba el día en huelga y sin afán,y la noche en los brazos del galán;cuando se lo llevó la policía,del balcón lo miraba, y se reía.
Él, de la cárcel, le mandó decir que no podía sin su amor vivir;a un lado y otro lado ella movía la cabeza fisgona, y se reía.
A las seis lo colgaron; al sonar las siete, lo llevaron a enterrar;cuando daban las ocho el mismo día,ella se emborrachaba, y se reía.

Un astro caído

Era un astro, y tan fúlgido brillaba que a fuerza de brillar cayó del cielo.¿Qué es el amor, oh niña, me preguntas?Astro caído en un montón de estiércol.
Como roñoso can, muerto y corrupto,de podredumbre hedionda está cubierto;el gallo canta; gruñe y en el fango su lascivia feroz revuelca el cerdo.
Caiga yo en el jardín, donde las flores me aguardan ya con impaciente anhelo;y encuentre allí, como anhelante imploro,pulcra la muerte y perfumado el féretro
.

lunes, 25 de diciembre de 2006

Romanticos




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Atlantida


Atlántida


En la tradición de la antigüedad clásica, una extensa isla en el océano Occidental (el océano al oeste del mundo conocido), cerca de las Columnas de Hércules. Los primeros relatos registrados sobre la Atlántida, de la que se dice que fue tragada por el océano como resultado de un terremoto, aparecen en el Timeo y en el Critias, dos diálogos de Platón. Según la narración del Timeo, la isla fue descrita al estadista ateniense Solón por un sacerdote egipcio, quien sostenía que la Atlántida era más extensa que Asia Menor y Libia juntas. El sacerdote reveló además que una floreciente civilización se desarrolló en la Atlántida supuestamente alrededor del año 10.000 a.C. y que la nación había conquistado a todos los pueblos mediterráneos excepto a los atenienses. En el Critias, Platón registra la historia de la Atlántida y pinta a la nación como una república utópica. Aunque la historia y el material descriptivo de Platón son probablemente ficticios, existe la posibilidad de que él haya tenido acceso a testimonios no muy remotos.
La tradición de que una isla perdida como la Atlántida haya tenido un desarrollo floreciente ha fascinado siempre a la imaginación popular, y la tradición continúa sobreviviendo. En el siglo XX algunos oceanógrafos han defendido la teoría de que la Atlántida fue una isla griega en el mar Egeo. La isla, llamada Thyra, fue sepultada por una erupción volcánica alrededor del año 1500 a.C. Otras teorías se han basado en descubrimientos arqueológicos, y distintos investigadores han identificado a la isla con Creta, las islas Canarias, la península Escandinava y América.


La Atlántida (también llamada Atlantis debido al mitológico rey Atlante, Άτλας) fue un antiguo país occidental, cuya primera referencia se remonta a textos del filósofo griego Platón, ubicado en una isla (o quizá península o delta de un gran río, del griego nēsos,νησος), cuya existencia y localización nunca ha llegado a confirmarse con seguridad.
La Atlántida ha servido de inspiración para numerosas obras literarias y cinematográficas, apareciendo así multitud de versiones de la narración, especialmente en historias de fantasía y ciencia-ficción.
A pesar del gran número de teorías propuestas, la mayoría de los historiadores actuales opinan que la Atlántida, tal y como la describe Platón, nunca existió, aunque podría haber una parte basada en la realidad.
En
griego se le llamaba Atlantis Nēsos (Ατλαντίς νησος) y en latín Atlantis Insula.


Las primeras referencias a la Atlántida aparecen en los textos del filósofo griego Platón, el Timeo y el Critias, según consta en estos diálogos, su isla-acrópolis fue sumergida bajo el mar como consecuencia de varios terremotos y una gran inundación en los tiempos en que reinaban los reyes atenienses Cécrope II, Erecteo, Erisictón o Eresictón y Erictonio, y antes de los tiempos de Teseo, según reza en el Critias (110a-110b). Esta época se corresponde aproximadamente con finales de la Edad del Bronce y principios de la Edad del Hierro, ya que según las antiguas cronologías recogidas desde la antigüedad clásica, la misma se ubica entre el 1582 y el 1300 a.C.; por ejemplo, en la cronología del autor griego que realizó la inscripción cronológica del "Mármol de Paria", el año 1582 a.C (época de Cécrope) equivale a 1318 años antes la época en que escribe el autor de esta inscripción, quien termina la relación cronológica en el rey que gobernaba en su época en Atenas, Euctemon, que había comenzado su reinado unos 35 años antes, fecha que se corresponde con el año 299/298 a.C. La época en que Solón visitaría Egipto aparece mencionada en el "Mármol de Paria" con la referencia de Peisistratos como tirano de Atenas, que en la inscripción aparece como el año 297, antes de la época del anónimo autor de la inscripción y que equivale al 561/560 a.C. Por consiguiente, la Atlántida no desapareció en el 9.000 años antes de Solón, o 9.550 a.C., como erróneamente se ha sostenido sino alrededor del año 1300 a.C., época en que reinaba el último de los reyes de Atenas que lidereó la guerra contra los atlantes, según se deduce del citado fragmento del Critias y su cotejo con la cronología ateniense del "Mármol de Paria".
Según Platón, la isla-península Atlántida estaba situada ante los Pilares de Hércules (nombre antiguo del
Estrecho de Gibraltar). En sus diálogos del Timeo y el Critias, se expone una historia narrada por Critias, "el Menor" (360 adC), quien describe los orígenes y la forma de la Atlántida a Sócrates y sus invitados. El diálogo del Critias aporta una breve historia de las antiguas civilizaciones, mencionando brevemente la Atlántida y sus relaciones exteriores. A Critias le llega la historia a través del legislador ateniense Solón, quien a su vez recibió el relato de parte de dos sacerdotes egipcios: Sonkhis, de Sais y Psenophis, de Heliópolis, ambas ciudades del antiguo(Egipto), según nos informa Plutarco. Según Critias, los antiguos dioses griegos dividieron la tierra de tal forma que cada dios pudiera tener una parte, eligiendo Poseidón la Atlántida.
Era una isla mayor en extensión que Libia y Asia, y que después del hundimiento por un terremoto, se convirtió una barrera infranqueable de fango, que por lo tanto, impidió que los viajeros navegaran a cualquier parte del océano. (109)". Según los egipcios, se trataba de una isla de unos 3000 por 2000 estadios, que son aproximadamente 600 por 400 km , compuesta principalmente de montañas al norte y en la costa, con una gran llanura de forma oblonga en el sur. A 50 estadios (unidad de medida griega) desde el centro de la costa sur había una montaña no muy alta donde vivía una mujer de la que Poseidón se enamoró, "Él también tuvo y crió cinco pares de niños gemelos masculinos; y dividiendo la isla de Atlántida en diez porciones, (114) le dio al primer nacido del par de mellizos mayores la morada de su madre y le asignó todo lo circundante, que era lo más grande y mejor, y lo hizo rey sobre el resto; a los otros los hizo príncipes, y les dio autoridad sobre muchos hombres, y de un territorio grande. Y él les dio nombre a todos; al mayor, que era el primer rey, lo nombró a Atlas, y en honor a él la isla entera y el océano fueron llamados Atlántico. Su hermano gemelo, quien nació después de él, obtuvo como su porción la extremidad de la isla hacia las columnas de Hércules, de cara a la que ahora se llama región de Gades en aquella parte mundo, su nombre en lenguaje helénico es Eumelo, en lenguaje de su país es Gadeiro, nombrado en honor a él. Del segundo par de gemelos él llamó a uno Amferes, y al otro Eudemón. Al mayor del tercer par de gemelos él dio el nombre conocido de Mneseo, y Autoctón a quién lo siguió. Del cuarto par de gemelos él llamó Elasippo al mayor, y Mestor al más joven. Y del quinto par de mellizos, él dio al mayor el nombre de Azaes, y al más joven de ellos Diaprepes. Todo ellos y sus descendientes por muchas generaciones fueron los habitantes y gobernadores de diversas islas en el mar abierto; y también, como se ha dicho ya, influyeron en nuestra dirección por todo el país dentro de las columnas tan lejos como Egipto y Tirrenia. —Critias
Poseidón horadó la montaña donde vivía su amada hasta convertirla en un palacio, rodeado por tres fosos circulares concéntricos, separados por anillos de tierra. Los atlantes construyeron luego puentes al norte de la montaña, creando un camino para comunicarse con el resto de la isla. Cavaron un gran canal hacia el mar, cavaron túneles en los anillos de roca a lo largo de los puentes para que los barcos pudieran entrar en la ciudad en torno a la montaña, y cavaron sus muelles en las paredes de roca de los fosos. Cada viaje hacia la ciudad era vigilado desde puertas y torres, y cada anillo estaba rodeado por un muro. Los muros estaban hechos de roca roja, blanca y negra sacada de los fosos, y recubiertos de
latón, estaño y oricalco.
Según se expone en el encabezamiento de la historia, en el diálogo del Critias, habían transcurrido unos 9000 -desde la fundación u origen de Atenas- cuando entonces se produjo una guerra entre los que vivían sobre los Pilares de Hércules (Atlántico) y los del interior (el Mediterráneo), hecho que ocurre, según se afirma en el Critias 110a y 110b, en los tiempos de los reyes atenienses
Cécrope II, Erecteo, Erisictón o Eresictón y Erictonio, y antes de los tiempos de Teseo, o sea, aproximadamente entre el 1582 y el 1300 a.C. Los atlantes habían conquistado el Mediterráneo hasta llegar a Egipto (por la parte de África) y a la Tirrenia o península itálica y Asia o Anatolia (por el lado de Europa). Los atenienses crearon una alianza de resistencia frente al imperio atlante; tras desintegrarse la alianza, continuaron solos, logrando liberar las tierras ocupadas. Tras la victoria griega, unos terremotos de «gran intensidad» y una gran «inundación» —posiblemente un tsunami— hicieron que su ciudad principal o isla-acrópolis desapareciera bajo el mar.
Respecto a la historia narrada, el mismo Platón usa la expresión griega «Alêthinon Logon», que en aquellos tiempos se usaba para denominar a una «Historia Verdadera», y que como tal es traducida en todas las versiones latinas de dichos diálogos, o sea, "veram historiam", en contraposición al Mithos (mito) o cuento fabulado. Aunque se ha sostendo hasta la fecha que para su discípulo
Aristóteles se trataba de una utopía alegórica, en realidad esto no es más que una falacia impuesta por tradición y de manera irresponsable por los escépticos y antiatlantistas, ya que Aristóteles jamás emitió ni un solo comentario sobre la Atlántida como ha sido demostrado recientemente (La Atlántida y Aristóteles. "El que la soñó la hizo desaparecer". Historia de una falacia histórica.). En cualquier caso, aún si llegara a demostrarse algún día que Aristóteles negó la veracidad histórica de la Atlántida, la lista de discípulos directos e indirectos de la Academia fundada por Platón —que duró casi 900 años— que creyó que la historia era justamente verdadera, o sea, una «Alêthinon Logon» y no un «Mithos» o fábula ficticia, alcanza la mayoría.


La mayoría de las teorías que defendían a la Atlántida como el "continente perdido" fueron invalidadas por la comprobación del fenómeno de la deriva continental durante los años 1950. Por ello, algunas de las teorías modernas proponen que algunos de los elementos de la historia de Platón se derivan de mitos anteriores, o se refieren a lugares ya conocidos. En julio de 2005 se celebró en la isla griega de Milos el primer congreso de «Hipótesis sobre la Atlántida», donde la mayoría de los participantes manifestaron su convicción sobre la base histórico-geográfica de la historia de la Atlántida reflejada en los Diálogos de Platón. Se ha convocado un segundo encuentro para 2007.
Existen numerosas teorías en cuanto a la posible ubicación de la mítica Atlántida. Estas se pueden dividir en varios grupos:
Según se ha mencionado en algunos libros; es posible que se hallara en la ubicación actual del Mar Mediterraneo. Se habria desarrollado durante la ultima era glaciar y ocuparia desde el estrecho de Gibraltar (que estaria unido por una especie de cordillera con la costa africana) hasta Oriente Proximo. Habria desaparecido debido al deshielo (ya que debido a la fuerza del agua la cordillera de Gibraltar habria caido) y los supervivientes se dispersaron por todos los territorios fronterizos (Europa, Africa y especialmente Asia). La mayor parte de los supervivientes habria ido a parar a la region de Palestina y habria fundado el reino de Israel; lo que da explicación a los fenomenos "supuestamente religiosos" relacionados con el Arca de la Alianza y otros sucesos.[
cita requerida]
Según
Ignatius Donnelly (en Atlantis: the Antediluvian World, 1882), el relato de Platón sería realmente cierto, y las demás civilizaciones antiguas descenderían de la atlante.
Según varios estudiosos de mediados y finales del siglo XIX (como
Charles Etienne Brasseur de Bourbourg, Edward Herbert Thompson o Augustus Le Plongeon), la Atlántida estaría relacionada con las culturas maya y azteca. Muchos de los partidarios de esta teoría se retractaron posteriormente.
Según la mística
Helena Blavatsky, los atlantes serían héroes culturales y serían la cuarta "raza original", a la que sucedería la "raza aria". Así, combinaba la Atlántida con otros mitos de continentes perdidos como Mu y Lemuria.
El psíquico
Edgar Cayce dio una ubicación exacta, describiendo la Atlántida como una antigua civilización altamente evolucionada ahora sumergida, dotada de barcos y aviación alimentados por un misterioso tipo de cristal energético.
Heinrich Himmler organizó una expedición al Tíbet en 1938 con el fin de encontrar a los descendientes de los atlantes blancos.
Según Julius Evola (en Revolt Against the Modern World,
1934), los atlantes eran hiperbóreos, superhombres nórdicos originarios del polo norte.
Según
Alfred Rosenberg (en The Myth of the Twentieth Century, 1930) habría una raza maestra "nórdico-atlante" o "aria-nórdica".
Aleister Crowley escribió una historia esotérica de la Atlántida, aunque posiblemente se trate de una mera metáfora


Según algunos nacionalistas británicos, la Atlántida estaría en las Islas Británicas.
Para los primeros socialistas, la Atlántida de Platón sería un primer intento de construir una sociedad socialista; esto hizo que la Atlántida se convirtiera en un símbolo del socialismo.
Según
Jacques Cousteau (continuando el trabajo del arqueólogo griego Galanopoulos), la Atlántida sería la civilización minoica (o cretense). Según los geólogos, esta civilización fue destruida tras la erupción de un volcán en Santorini alrededor de 1640 adC, que causó un enorme tsunami que barrió la cercana isla de Creta.
Según el historiador y novelista
Robert Graves se habría encontrado en una zona hundida cerca de la antigua Cartago (actual Túnez).
Según el investigador aficionado Georgeos Díaz-Montexano, estaría junto al
Estrecho de Gibraltar, siendo un imperio Ibero-Mauretano. En su teoría defiende las afirmaciones vertidas por el propio Platón en sus relatos del Timeo y el Critias sobre la isla o península (en griego Nêsos) Atlántica o de la Atlántida, la cual se hallaba "ante la boca" (en griego pro tou stomatós) de las Columnas de Hércules (Gibraltar), y que tenía una región denominada Gadeira (Gades, Cádiz) y una isla-acrópolis que desapareció bajo el mar en la misma área.
En esta misma línea otros autores afirman que teniendo en cuenta que Herodoto describe a Europa como igual de extensa que Asia y Libia juntas, la Atlántida podría responder a toda la vertiente atlántica del continente europea y alguna civilización del extremo occidente (cultura megalítica, vaso campaniforme, bronce atlántico...) y que su gigantesco tamaño podría corresponder al empleo de ese lugar común establecido por Herodoto y respetado por Platón.
Según propone el alemán Werner Wickboldt y divulga por Rainer W. Kühne, estaría en el
Coto de Doñana, cerca del Estrecho de Gibraltar, concretamente en la llamada marisma de Hinojos, también conocida como "marisma gallega". En realidad esta hipótesis de ubicar la capital o acrópolis de la Atlántida en las "Marismas de Hinojos" ya fue planteada y defendida -por primera vez- por dos autores españoles: José Pellicer de Ossau I Tovar en 1673 y Juan Fernández Amador y de los Ríos en 1919; después, por los autores alemanes Adolf Schülten en 1922, y más adelante por Otto Jessen y Richard Hennig en los años de la segunda y tercera década del pasado siglo XX, aunque estos últimos en realidad nunca precisaron un punto tan concreto como el centro de las propias "Marismas de Hinojos". Las imágenes de satélite del área muestran dos posibles estructuras rectangulares y un par de posibles formas circulares concéntricas que han sido interpretadas por Werner Wickboldt como restos del "templo de Poseidón" y el "templo de Cleito y Poseidón". Sin embargo, los estudios arqueológicos y geológicos hechos "en situ", en el campo (hace ya más de dos décadas), han demostrado que no existe ninguna construcción con aquellas características en aquel lugar. No es más que una mera ilusión óptica originada por las sombras y restos de paleocanales naturales de ríos y viejas corrientes, en una foto de satélite demasiado alejada y con poca resolución. Toda el área ha sido solamente tierra desde la Edad Medieval, aproximadamente desde el siglo IX. Esta zona era un Golfo o Bahía que ya existía desde hacía más de 6000 años, hasta que en torno a la época romana tardía comenzó a colmatarse, poco a poco, llenándose de sedimentos gradualmente hasta alcanzar en los últimos 2000 años la naturaleza de marismas que actualmente presenta (ver ilustraciones paleogeográficas


Según Jorge María Ribero-Meneses, estaría en el norte de España.

Jaime Manuschevich, chileno, plantea en su libro "La Atlántida, el mito descifrado" (2002) que el lugar real de la civilización mítica es el territorio norte del Gran Valle del Rift o la antigua Canaán, que hoy corresponde a Israel y el Sinaí, que fue una isla hasta el 5600 (Ryan y Pitman) antes de Cristo, rodeada por el valle de Jeezrael por el norte, por el Mar Muerto y el Mar Rojo por el este y el Golfo de Suez por el oeste, hasta aquella fecha [1].
Según J. M. Allen, estaría en el
Océano Pacífico o en el Altiplano boliviano.
Correspondería a la las ruinas de
Tiahuanaco.
En algún lugar del
Océano Atlántico: América Central, Cuba, las Azores.
Según Arisio Núñez, estaría en algún lugar del
Océano Índico, como Indonesia.
Según
Jürgen Spanuth, estaría en algún lugar de los países nórdicos, como Dinamarca.
Según Peter James, estaría en una antigua ciudad de
Anatolia.
Podría corresponder a alguna de las islas del
mar Mediterráneo: Creta, Santorini, Chipre, Cerdeña, etcétera.
En algún lugar de la
Polinesia, o de Japón, o de Hungría.
Según Charles Hapgood en obras como "The Earth's Shifting Crust" (prologada por
Albert Einstein) o "The Maps of the Ancient Sea Kings" se encontraría en la Antártida.
Según Michael Tsarion, la Atlántida sería la base desde la que una raza extraterrestre dirigió la hibridación terrestre-alienígena de la que desciende la humanidad actual.


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Ramsés


RamsesI(sethyI)


Men-Pehty-Ra Ra-Mesu fue el fundador de la XIX dinastía del antiguo Egipto. Las fechas de su corto periodo en el trono aun no están claras, pero se supone que sería en torno al 1292-1290 adC.
Originalmente llamado Paramesu, procedía de una prestigiosa familia militar del entorno de la ciudad de
Avaris, en la región del delta del Nilo. Fue un militar de carrera, originalmente el jefe de los arqueros (empleo que heredó de su padre, de nombre Sethy), y llegó a general del ejército real. Ramsés encontró el favor de Horemheb, faraón de la por entonces tumultuosa XVIII dinastía, quien designó a Ramsés como su visir, y por tanto, el segundo hombre más poderoso del reino.
Antes de morir, Horemheb vinculó a su visir al trono, quien también era ya un hombre de edad, pero con descendencia masculina. Ramsés I, asoció inmediatamente a su hijo al trono, para servirle como corregente; éste posteriormente sería el faraón
Sethy I. En nombre de su padre, Sethy emprendió varias operaciones militares - en particular, una tentativa de recuperar las posesiones perdidas de Egipto en Siria. Por lo que Ramsés aparece ocupado en proyectos domésticos: lo más memorable, fue que él terminó la construcción del segundo templo en Karnak, iniciado por su precursor. No obstante, hay que remarcar que, dada la edad de aquel hombre, su reinado no fue más que de trasición entre el de Horemheb y el de Sethy I.
El viejo faraón estaba casado cuando subió al trono, y nombró gran esposa real a
Sitra, también de avanzada edad, y que tuvo el honor de ser la fundadora del Valle de las Reinas, donde a partir de entonces fueron enterradas las grandes esposas reales y príncipes. Es improbable que Ramsés I fuese el marido de la oscura Tanedyemy, presunta única hija de Horemheb, y quizás, para vincular a las dos dinastías, se casase con el rey más joven, Sethy I.
Ramsés murió después de gobernar por un breve período de 16 meses, y fue reemplazado por su hijo y corregente. Lo enterraron en el
Valle de los Reyes. Su tumba fue descubierta por Giovanni Belzoni en 1817 y se designó como KV16, es pequeña y da la impresión de ser haber sido terminada precipitadamente. La momia de Ramsés I ha sufrido grandes avatares a lo largo de la historia, y no se sabe con certeza si es en realidad la que se le ha atribuido habitualmente, originaria del escondrijo de Deir el-Bahari.


Ramsés II


Faraón egipcio (1298-1235 a.C.), tercer gobernante de la XIX Dinastía, hijo de Seti I. Durante la primera parte de su reinado Ramsés luchó para recuperar el territorio en África y al oeste de Asia Menor que Egipto había poseído durante los siglos XVI y XV a.C. Sus principales oponentes fueron los hititas, poderoso pueblo de Asia Menor, contra quienes libró una larga guerra. La batalla principal de esta guerra se produjo en el 1296 a.C. en Qades, al norte de Siria, y Ramsés la consideró como un gran triunfo. Sin embargo, ninguna de las dos potencias obtuvo una victoria decisiva, y en el 1283 a.C. se firmó un tratado según el cual las tierras en litigio se dividían y el faraón egipcio acordaba contraer matrimonio con la hija del rey hitita. Los restantes años del gobierno de Ramsés se distinguieron por la construcción de monumentos tales como el templo excavado en piedra de Abu Simbel, el templo mortuorio de Tebas, conocido como Ramesseum y la conclusión del gran vestíbulo hipóstilo del templo de Amón de Karnak. Su reinado marcó un momento cumbre en la historia del antiguo Egipto.


Ramsés II era hijo del faraón Sethy I y de su Gran Esposa Real, Tuya. No fue, como a veces se asume, hijo único; se sabe que tuvo al menos dos hermanas, y al parecer, un hermano llamado Nebchasetnebet, quien murió antes de alcanzar la edad adulta, con lo que Ramsés pasó automáticamente a ser el heredero.
Sethy I nombró corregente a Ramsés cuando éste tendría unos catorce años, y recibió entrenamiento intensivo de parte del mismo faraón y de múltiples maestros de artes y ciencias. A los quince o dieciséis años Ramsés ya tenía autoridad sobre parte del ejército. Una y otra vez, inscripciones de esa época lo describen como un "astuto joven líder". Por aquel entonces ya estaba casado y era padre de cuatro hijos.
Ramsés acompañó a su padre en campañas militares para sofocar rebeliones en
Canaán. También lo secundó en la guerra contra los hititas que habían ocupado los territorios de Siria, tradicionalmente pertenecientes al imperio egipcio, pero perdidos hacía varios años debido a la debilidad del rey Ajenatón. Otras tareas que Ramsés debía desempeñar, por órden de su padre, eran supervisar los trabajos de construcción de los templos y la extracción de material de construcción en las canteras del sur del imperio.



Se cuenta que RamsésII se encontraba en Nubia (actual Sudán) cuando su padre Sethy murió. Volvió a Egipto donde, junto con su madre, Tuya, llevó a cabo las ceremonias fúnebres de su padre en la necrópolis tebana.
Poco después de comenzar su reinado en solitario, Ramsés hubo de reaccionar ante la amenaza de los hititas. Quizás consideraban al nuevo rey más débil que su poderoso padre, pues iniciaron numerosas escaramuzas en las fronteras hasta que el ejército egipcio se vio obligado a reaccionar. Muestra de ello es la celebérrima
Batalla de Kadesh, al norte de Siria, donde por fin se encontraron los ejércitos egipcios de Ramsés II con la coalición sirio-hitita del emperador Muwatallis II.
Según se cuenta, Ramsés hizo caso omiso de los consejos de sus generales y visires, lo cual causó que cayera en una emboscada de sus enemigos hititas y su ejército se viera gravemente diezmado en territorio desconocido. Las tropas egipcias huyeron del ejército hitita, y Ramsés tuvo que luchar prácticamente solo contra los enemigos guiado por el dios
Amón, o eso es lo que él mismo nos dice en los monumentos donde dejó escrita su hazaña. Los historiadores actuales son más críticos y prefieren pensar que la batalla acabó en tablas, y no en una aplastante victoria de Ramsés.
Finalmente, Ramsés y Muwatallis II se dieron un respiro y el faraón regresó a las Dos Tierras, donde prosiguió con sus numerosos trabajos de construcción. No obstante, la guerra no acabaría hasta la llegada al trono de los hititas de
Hattusil III, el ambicioso hermano de Muwatallis II, que acabría firmando la paz con Ramsés II cuando éste llevaba unos 25 años en el trono.



Durante el resto de su reinado RamsésII desarrolló una especie de obsesión por construir templos enormes y espectaculares. No sólo se dedicó a llenar la riberas del Nilo de hermosas y enormes construcciones, sino que también usurpó muchas de ellas a sus predecesores, incluido su padre Sethy I. En sus muchos años de reinado, superó con creces en labor constructora a Amenhotep III, y prueba de ello son, por ejemplo, la ampliación del templo de Abidos, el enorme complejo funerario del Ramesseum, o los templos en Nubia, entre los cuales los más célebres son sin duda los de Abu Simbel, dedicados a Ra, Ptah, Amón, e incluso al propio Ramsés como divinidad; el menor está dedicado a la diosa Hathor.
Aunque no fue el primer faraón en hacerse adorar como un dios, sí lo fue en dedicarse templos y estatuas de forma sistemática. Ramsés fue, junto con
Hatshepsut o Amenhotep III, uno de los pocos faraones que realmente creían, o pretendían hacer creer, que habían sido engendrados por la cabeza del panetón, el todopoderoso Amón-Ra.
No obstante, la construcción quizás más importante de todo el reinado de Ramsés II, y que sentaría las bases de lo que cientos de años después sucedería, fue la edificación de una nueva capital en el norte, que recibió el nombre de
Pi-Ramsés La Ciudad de Ramsés. Desconocemos los motivos por los que el faraón se arriesgó a alejarse de Tebas y de su poderoso clero, viendo lo que había sucedido con Ajenatón años atrás, pero lo cierto es que este monarca era un hábil político, y comprendía la importancia de estar próximo al norte, lo más cerca posible a la convulsa Canaán (Siria-Palestina).
Es posible que en la construcción de Pi-Ramsés se contratasen obreros hebreos tal y como relata la Biblia (pues ésta menciona que fueron esclavizados para construir las ciudades de Pithom y Ramsés), aunque es bien sabido que por entonces no existía en Egipto la esclavitud salvo para los prisioneros de guerra.


Sobre la descripción física de Ramsés II se tienen varias referencias a partir de distintas estatuas que -al contrario de lo que ocurre con otros faraones, a quienes los escultores idealizaban- se parecen mucho entre si. Ramsés, probablemente, prefería que los retratos se hicieran fieles a su propia imagen.
A pesar de su larga vida, todas las imágenes de Ramsés II están ideadas como en sus años de juventud. No hay estatuas de él como un hombre maduro. Así, para muchos, es un espectáculo sobrecogedor contemplar su momia, tan bien conservada, que muestra la implacabilidad del tiempo, que ha conseguido vencer al más famoso de todos los faraones.

Se dice a menudo que Ramsés fue un emperador indiferente al pueblo, el cual estuvo en la pobreza durante su reinado mientras la clase alta se enriquecía cada vez más. También se le tacha de mujeriego, déspota, tirano, y sobre todo, de megalómano. Alguien ha dicho que la distancia que separaba a Ramsés II de su pueblo era incluso mayor que la de Keops, considerado el "faraón maligno" por antonomasia.
Sin embargo, sobre el carácter de Ramsés II se sabe poco en realidad; a partir de cartas que escribió a su colega, el rey hitita, sabemos que le disgustaba sobre manera que le dieran órdenes. "¿Porque me hablas como si fuera tu esclavo?" escribió al rey hitita en alguna ocasión, cuando este le exigía que le devolviera a un fugitivo que había tomado asilo en Egipto.
Textos de la época en que Ramsés aún no era faraón, lo describen como un "astuto joven líder" en asuntos militares. En el libro del Coran se menciona a un faraón que bien pudo ser Ramsés II; según estas escrituras: el faraón era más bien temperamental, y cuando sus magos y sacerdotes admitieron que no podían enfrentarse a la magia del dios de los hebreos, el faraón los increpó "¡Ustedes no tienen mi autorización para decir tal cosa!", tras lo cual amenazaba con clavar a los magos de pies y manos en una palmera.
Sea como fuere, el carácter de Ramsés II se fue templando con el paso del tiempo. Así, ya a las pocas décadas de subir al trono, comenzó a abandonar el país en manos de sus numerosos hijos y de sus subordinados. Sus intentos de favorecer a otros sacerdotes, como los de Ra, Ptah o Seth no surtieron efecto en tanto que los de Amón siguieron siendo omnipotentes e incluso hacían peligrar la posición del faraón. Esto no lo supo ver el rey, y dejó seguir las cosas mientras iba envejeciendo y las sombras comenzaban a asolar Egipto.


Quizás por ser el más conocido de los faraones, tenemos datos de decenas de reinas, esposas y concubinas y de cientos de hijos e hijas de este rey, lo que le ha labrado la fama de lascivo y mujeriego. También es cierto que el rey no hizo nada para ocultar este hecho, sino que incluso llegó a confeccionar una lista con los nombres de todos sus hijos y diseñar una enorme tumba en el Valle de los Reyes para varios de ellos. Este hipogeo, conocido hoy como KV5 no deja de sorprendernos y sigue siendo estudiado en la actualidad. Ignoramos qué grandes secretos puede guardar.
Sin temor a equivocarse, es indudable que la mujer de la vida del faraón fue su primera Gran Esposa Real, la bella
Nefertari. Desconocemos su linaje, aunque se piensa que quizás estaba emparentada con la anterior dinastía por el faraón Ay: Ramsés se ocupó mucho de ocultar su parentesco. Nefertari no fue sólo una esposa y la madre de los hijos del faraón, sino que tomó un papel muy activo en las conversaciones con los hititas, y sus cartas con la emperatriz Putuhepa sentaron las bases del proceso de paz.
Era tal el amor que profesaba el rey a Nefertari que le llegó a dedicar el segundo templo de Abu Simbel, bajo la imagen de la diosa
Hathor. Desgraciadamente, es muy posible que Nefertari no llegase a ver el templo acabado, pues murió en el año 26º de reinado, antes de su inauguración.
La desaparición de Nefertari encumbró aún más la posición de la segunda Gran Esposa Real de Ramsés, con la que también estaba casado desde la adolescencia,
Isis-Nefert. Al contrario que su rival, esta mujer permaneció siempre en la sombra, pero se piensa que era muy inteligente, pues logró situar a todos sus hijos en los puestos más importantes del Estado. Se ha llegado incluso a pensar que hubo rivalidad entre la familia de Nefertari y la de Isis-Nefert, y que la muerte de la primera y de su primogénito se debieron a las intrigas de la segunda. Ante la ausencia de datos, sólo caben las conjeturas.
Ignoramos la fecha de muerte de Isis-Nefert, pero se sabe que compartió el cargo de Gran Esposa Real con otras mujeres: Ramsés tuvo, aparte de sus dos primeras esposas, otras cinco reinas. Al parecer éstas fueron su hermana (o hija) Henutmira, la princesa hitita
Maathornefrura, la dama Nebettauy (tal vez hija de Isis-Nefert), así como dos hijas más. El incesto real era frecuente en la historia egipcia, y Ramsés II no tuvo el menor reparo en convertir en las Grandes Esposas Reales más importantes a sus dos más bellas hijas, una de Nefertari (Meritamón) y otra de Isis-Nefert (Bint-Anat), que acabarían sustituyendo a sus madres, tanto en su peso político y ritual como en el corazón de su marido cuando éstas desaparecieron.
En cuanto a los hijos de Ramsés II, se conocen al menos 152 vástagos. De ellos, los más importantes fueron éstos:
Nacidos de Nefertari:
Amenhirjopshef. El primogénito. Murió en extrañas circunstancias unos pocos años después de la muerte de su propia madre.
Meritamón, la cuarta de sus hijas y la primera nacida de Nefertari. Acabó siendo ella misma Gran Esposa Real y la sustituta de Nefertari en numerosas ceremonias, incluida la fundación de Abu Simbel.
Paraheruenemef (el tercer hijo), Meriatum (el sexto) y Merira (el undécimo). También fue padre de la princesa Henuttauy, con la que se casó pero a la que nunca ascendió al rango de Gran Esposa Real.
Nacidos de Isis-Nefert:
Ramsés. El segundo hijo del faraón, y uno de los hombres fuertes de la primera mitad del reinado. Murió por la misma fecha que su medio-hermano Amenhirjopshef.
Bint-Anat, la mayor de las hijas del rey. Como hizo con Meritamón, Ramsés se casó con Bint-Anat, supliendo ésta a su madre Isis-Nefert. Se cree que fue madre de al menos una niña, de nombre Bint-Anat II, que llegaría a Gran Esposa Real del siguiente monarca.
Jaemuaset, el cuarto hijo. Es el hijo más conocido de Ramsés II. Ostentó el cargo de Sumo Sacerdote de Ptah y era tenido como el hombre más sabio del país e incluso se rumoreaba que era un poderoso mago. Murió unos pocos años antes que su padre, debido a su avanzada edad.
Merenptah. Era el decimotercer hijo, pero debido a la longevidad de su padre fue el destinado a sucederle el trono. Estaba casado con su hermana Isis-Nefert II.


Ramsés tuvo un destino extraño: su existencia fue tan larga que sobrevivió a muchos de sus descendientes. Murió casi centenario tras 67 años de reinado y celebrar once festivales Heb-Sed. Su momia, descubierta en 1881, es la de un hombre viejo, de cara alargada y nariz prominente. Fue sin duda el último gran faraón, ya que sus sucesores más importantes, Merenptah y Ramsés III, se vieron obligados a llevar una política defensiva para mantener la soberanía en Canaán. Posteriormente, la decadencia interna habría de terminar con el poder de Egipto más allá de sus fronteras.
En realidad, el largo reinado, unido a la dejadez del rey tras los primeros veinte años y el inmenso esfuerzo constructor, fueron letales para Egipto, y el próspero Imperio Nuevo tenía los días contados.


Ramsés III


Faraón de Egipto (1198-1176 a.C.), fundador de la XX Dinastía, gran líder militar que repetidamente salvó al país de la invasión de los denominados pueblos del mar. Durante el quinto año de su reinado, Ramsés repelió un ataque libio, y dos años después derrotó a los pueblos del mar. En su decimoprimer año volvió a rechazar una invasión libia. Ramsés también construyó templos y palacios siguiendo la tradición de su predecesor de la XIX Dinastía, Ramsés II. Las victorias de Ramsés III se encuentran representadas en las paredes de su templo mortuorio en Madinat Habu, cerca de Luxor. El final de su reinado estuvo marcado por revueltas e intrigas palaciegas. A su muerte siguieron siglos de debilidad y dominación extranjera.


No existe aun la fecha clara de su dinastia otros la colocan en fechas aun mas antiguas.


Usermaatra-Meriamón, o Ramsés III (c. 1184 a 1153 adC) es el segundo faraón de la dinastía XX y el último gran soberano del Imperio Nuevo de Egipto.


Durante su reinado , que dura poco más de treinta años, el soberano no deja de luchar contra la corrupción que desintegra el país; debe también rechazar a los Pueblos del Mar invasores.
En su época terminó el Imperio
Hitita y otras entidades políticas menos importantes. Todo el Oriente Medio se vio afectado, pero sin la resuelta intervención de Ramsés III, Egipto habría perdido a su soberano egipcio, como durante la época de los Hicsos.


Ordenó construir importantes ampliaciones en los templos de Luxor y Karnak.
Su Templo funerario y el complejo administrativo en
Medinet Habu están entre los más grandes y mejor preservados de Egipto, sin embargo la incertidumbre en tiempos de Ramsés está presente en las grandes fortificaciones que se construyeron para protegerlo. Ningún templo egipcio en el corazón de Egipto antes del reinado de Ramsés III había necesitado ser protegido de tal manera jamás. Allí se entierra, según la leyenda, a los miembros de la cosmogonía Hermopolitana que recibieron culto hasta la llegada de los emperadores Romanos.
Su tumba (KV11) en el
Valle de los Reyes (Biban el-Muluk: Puerta de Reyes) es de gran elegancia. Las escenas son fieles al Arte egipcio.


Ramsés III parece haber sido víctima de una amplia conspiración tramada por Tiyi, segunda esposa real que habría querido que su hijo Pantaur accedieras al trono en lugar del futuro Ramsés IV. La conspiración se descubrió en el último momento, y se detiene y conduce a los conspiradores ante la justicia.


El pleito de los conjurados se describe en el papiro denominado la conspiración del harém, cuyo fragmento principal, de los tres que lo componen, se conserva al Museo egipcio de Turín.
Se acusó a cuarenta personas, muy próximas al faraón. Cuatro pleitos son llevados por un tribunal extraordinario, dotado de plenos poderes por Ramsés III. Primer veredicto: a Tiyi y a los veintiocho conjurados principales se les condena a muerte; segunda veredicto: otros seis se ven obligados a suicidarse en público; tercer veredicto: se condena también a otros cuatro, el príncipe Pantaur pone fin a sus días en privado, seguramente en su prisión.
El viejo rey que había sabido conservar el poder sobre Egipto muere, desolado por las intrigas
[1], antes de la declaración del cuarto veredicto. Su hijo Ramsés IV, y de la reina Isis, le sucede y prefiere cerrar el asunto. Con motivo de su solemne coronación, declara la amnistía general.


El Papiro de Harris I
Fue editado por su hijo y sucesor Ramsés IV, y narra la crónica de los grandes donativos del rey, de estatuas de oro y construcciones monumentales en varios templos de Egipto en
Pi-Ramsés, Heliópolis, Menfis, Atribis, Hermópolis, This, Abidos, Coptos, El Kab y otras ciudades en Nubia y Siria. Registra también que el rey organizó una expedición comercial a la Tierra de Punt y ordenó extraer cobre de las minas de de Timna. Ramsés reconstruyó el Templo de Jonsu en Karnak sobre la base de un templo más antiguo de Amenhotep III y completó el Templo de Medinet Habu alrededor de su 12º año. Se decoraron los muros de su templo en Medinet Habu con escenas de sus batallas navales y por tierra contra los Pueblos del Mar.


La comunidad obrera de las tumbas reales (ubicada en lo que hoy conocemos como Deir el-Medina) desarrolló tres huelgas bajo el reinado de Ramsés III. Estas huelgas fueron las primeras documentadas en la historia de la humanidad, algunas de las cuales se recogen en un papiro que hoy se conserva en el Museo Egipcio de Turín. Las huelgas surgieron debido al retraso de las raciones alimenticias (en Egipto no existió la moneda acuñada hasta la dinastía XXX (siglo IV adC)) que formaban parte de los sueldos de los obreros.
Los trabajadores llevaban más de veinte días sin recibir el sustento porque el gobernador de
Tebas Oeste y sus seguidores habían interceptado el envío. Cuatro meses después, el conflicto se reavivó. La entrega de alimentos se había demorado de nuevo, esta vez dieciocho días, y los obreros se vieron obligados a reclamar lo que era suyo, pero recibieron partidas insuficientes. Por esta razón interrumpieron el trabajo y se dirigieron al templo de Thutmose III en Medinet Habu, donde presentaron sus quejas, exigiendo que el propio rey fuera informado y proclamando: «Tenemos hambre, han pasado dieciocho días de este mes... hemos venido aquí empujados por el hambre y por la sed; no tenemos vestidos, ni grasa, ni pescado, ni legumbres. Escriban esto al faraón, nuestro buen señor, y al visir, nuestro jefe. ¡Que nos den nuestro sustento!». Los sacerdotes tuvieron que soportar duras negociaciones y huelgas intermitentes, y aunque no se sabe con seguridad cuál fue el desenlace de la situación si sabemos que desde ese momento los robos en las necrópolis aumentaron.


Diversos estudios muy recientes de egiptología demostrarían que en efecto, Ramsés III habría fallecido víctima de la conspiración, tras una agonía de quince días provocada por la picadura de una serpiente querasta que habrían introducido en los aposentos reales. Uno de los principales conjurados, su hijo Pentaur fue obligado al "suicidio" y su cadáver fue precariamente momificado, los demás conjurados fueron quemados en hogueras.
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jueves, 7 de diciembre de 2006

ARES (Dios de la guerra)


En la mitología griega, Ares (en griego antiguo Ἄρης Arês o Ἄρεως Areôs, ‘conflicto bélico’) se considera el dios olímpico de la guerra, aunque es más bien la personificación de la fuerza bruta y la violencia, así como del tumulto, confusión y horrores de las batallas, en contraposición a su hermanastra Atenea, que representa la meditación y sabiduría en los asuntos de la guerra y protege a los hombres y sus habitaciones de sus estragos. En la mitología romana se identifica a Marte (al que habían heredado de los etruscos) con él, pero éste gozaba de mucha mayor estima.
Se le representa como hijo de
Zeus y Hera, aunque existe una tradición posterior según la cual Hera lo concibió al tocar una determinada flor, en lo que parece ser una imitación de la leyenda sobre el nacimiento de Hefesto, y es recogida por Ovidio. Su lugar de nacimiento y auténtico hogar estaba situado lejos, entre los bárbaros y belicosos tracios, y a él huyó cuando fue descubiero acostándose con Afrodita.
Los helenos siempre desconfiaron de Ares, quizá porque ni siquiera estaba influenciado por el espíritu de pertenecer a un bando, sino que a veces ayudaba a una parte y a veces a la otra, según le dictaban sus inclinaciones. Su mano destructiva se veía incluso tras los estragos provocados por plagas y epidemias. Este carácter salvaje y sanguinario de Ares le hacía ser odiado por otros dioses, incluidos sus propios padres.
«Ares» fue también un adjetivo y epíteto en la época clásica: eran comunes los títulos Zeus Areios, Atenea Areia e incluso Afrodita Areia.
Aunque importante en la poesía, Ares fue raramente objeto de culto en la antigua Grecia, salvo en Esparta, donde era apaciguado antes de la batalla, y en el mito fundacional de Tebas, apareciendo en pocos mitos más . En Esparta había una estatua del dios encadenado, para mostrar que el espíritu de la guerra y la victoria nunca abandonaría la ciudad. En esta ciudad se le sacrificaban cachorros de perro negros e incluso humanos.
El templo a Ares en el ágora de
Atenas que Pausanias vio en el siglo II sólo había sido trasladado y rededicado allí durante la época de Augusto: en esencia era un templo romano a Marte. El Areópago, la ‘colina de Ares’ donde Pablo predicó, está situada a cierta distancia de la Acrópolis, siendo desde tiempos arcaicos un lugar donde se celebraban juicios. Esta relación con Ares, quizá basada en una falsa etimología, puede ser puramente etiológica
Ares tenía una cuádriga tirada por cuatro sementales inmortales con bridas de oro que respiraban fuego. Entre los demás dioses, Ares era reconocido por su armadura de bronce y por la lanza que blandía en batalla. Sus pájaros sagrados eran las lechuzas, los pájaros carpinteros y especialmente los buitres. Según las Argonáuticas los pájaros de Ares (Ornithes Areioi) eran una bandada de pájaros cuyas plumas podían lanzar como dardos y que guardaban el altar que las amazonas dedicaron al dios en una isla del mar Negro. Su animal favorito era el perro.
En el arte griego clásico sus atributos usuales eran un casco crestado y una lanza
Enialio (Ενυαλιος, transliterado también Enialo) era un epíteto común para Ares. Resulta interesante que en las tablillas micénicas en lineal B aparezca un dios llamado Enialio, mientras ares parece ser un sustantivo corriente que significa ‘guerra’. Sin embargo, para la época clásica Enialio había sido relegado al estatus de héroe (tal como aparece en La Ilíada) y Ares ascendido a dios. Enialio sobrevivió como un título de culto sólo en algunos escenarios, notablemente en el juramento de los efebos en Atenas.
Otros epítetos de Ares son:
Brotoloigos (Βροτολοιγός, ‘destructor de hombres’)
Andreiphontês (Ανδρειφοντης, ‘asesino de hombres’)
Miaiphonos (Μιαιφόνος, ‘manchado de sangre’)
Teikhesiplêtês (Τειχεσιπλήτης, ‘asaltante de murallas’)
Maleros (Μαλερός, ‘brutal’)
Teritas (Θηρίτας)
Deimos y Fobos eran hijos suyos con Afrodita y también los espíritus del terror y el miedo. La hermana y compañera del homicida Ares era Enio, diosa del derramamiento de sangre y la violencia. La presencia de Ares se veía acompañada por Cidoimos, el daimon del alboroto de las batallas, así como las Macas (Batallas), las Hisminas (Disputas), Polemos (un espíritu menor de la guerra, probablemente un epíteto de Ares, pues no tenía un dominio específico) y la hija de éste, Alala, la diosa-personificación del grito de guerra griego, cuyo nombre era usado por Ares como grito de guerra propio.
Uno de los muchos papeles de Ares situado en el propio continente griego era el del mito fundacional de Tebas: Ares era el progenitor del dragón acuático que mató Cadmo, convirtiéndose en ancestro de los espartanos, pues de los dientes del dragón brotaron como si una cosecha creciese una raza de guerreros descendientes de Ares, los Spartoi. Para aplacar a Ares, Cadmo tomó como esposa a Harmonía, hija de éste con Afrodita, resolviendo así la contienda y fundando la ciudad de Tebas.
En el mito cantado por el bardo en el salón de Alcínoo, rey de los feacios Helios, el dios sol, espió una vez a Ares y Afrodita haciendo el amor en secreto en casa del esposo de ésta, Hefesto, a quien alertó presto. Hefesto enfureció y conspiró para atrapar a la pareja in fraganti, para lo que dispuso sobre la cama una sutil red metálica invisible con el poder de inmovilizar a cualquiera, incluyendo a los dioses. Así atrapó a Ares y Afrodita en la siguiente ocasión, trayendo entonces a los demás dioses para que fuesen testigos del adulterio (las diosas no fueron por pudor), pensando humillarlos. Algunos comentaron la belleza de Afrodita, otros que habrían cambiado gustosos el lugar de Ares, pero todos se burlaron de ellos. Poseidón accedió a devolver al cornudo Hefesto el excrex de Afrodita. Cuando la pareja fue liberada, Ares huyó a su tierra natal, Tracia. (En una versión adulterada muy posterior, Ares ponía a Alectrión a su puerta para que le avisase de la llegada de Helios, pero el joven se quedó dormido y Helios descubrió a los amantes. Ares, furioso, transformó a Alectrión en un gallo, que nunca se olvida de anunciar la llegada del sol por la mañana.)
En un mito arcaico, relatado en La Ilíada por la diosa Dione a su hija Afrodita, dos gigantes ctónicos, los Alóadas, Oto y Efialtes, encadenaban a Ares y le encerraban en una urna de bronce, donde tuvo que resistir trece meses, un año lunar. «Allí pereciera el dios insaciable de combate, si su madrastra [de los Alóadas], la bellísima Eribea, no lo hubiese participado a Hermes» . «En éste se sospecha un festival de libertinaje que se desata al decimotercer mes.» Ares estuvo gritando y ahuyando en la urna hasta que Hermes lo rescató y Artemisa engañó a los Aloadás transformándose en ciervo y haciendo que los hermanos se arrojaran sus lanzas uno al otro, matándose.
En La Ilíada, Homero representa a un Ares sin alianzas fijas ni respeto hacia Temis, el orden correcto de las cosas: prometió a Atenea y Hera que en la guerra de Troya lucharía del lado de los aqueos, pero Afrodita logró persuadirle para que luchase junto a los troyanos.
Durante la guerra,
Diomedes luchó con Héctor y vio a Ares luchando en el bando troyano. Diomedes pidió a sus soldados que se retirasen lentamente. Hera, la madre de Ares, vio la injerencia de éste y pidió permiso a Zeus, su padre, para alejar a Ares del campo de batalla. Hera animó a Diomedes a atacar a Ares y éste arrojó su lanza contra el dios. Atenea guió la lanza hasta el cuerpo de Ares, quien en su caída bramó como nueve o diez mil guerreros juntos y huyó al monte Olimpo, lo que obligó a los troyanos a retirarse.
Cuando los dioses comenzaron a tomar parte activa en la guerra de los mortales, Atenea se enfrentó a Ares y le tiró al suelo arrojándole una enorme piedra, y cuando quedó tumbado en la tierra, su enorme cuerpo cubrió el espacio de siete
plethras

En la contienda de Tifón contra Zeus, Ares se vio obligado, junto con los otros dioses, a huir a Egipto, donde se metamorfoseó en un pez.
Ares dio a
Hipólita el cinturón que luego le quitó Heracles.
Cuando Afrodita amó a
Adonis, un celoso Ares se transformó en un oso y mató a su rival. En algunas versiones de la historia de Adonis, Artemisa y Ares (su amante en ellas) enviaban un jabalí para matarle (esta versión es sospechosa porque implicaría que Artemisa mantuvo relaciones con Ares y, sin embargo, virtualmente todas las fuentes coinciden en que se mantuvo casta todo el tiempo).
Según una tradición posterior, Ares mató a
Halirrotio, hijo de Poseidón, cuando éste intentó violar a Alcipe, su hija con Agraulo. Poseidón exigió a Zeus que Ares fuese castigado, por lo que fue llevado a juicio: el primer juicio por asesinato de la historia. Los demás olímpicos votaron que debía ser absuelto. Se cree que este suceso dio origen al nombre ]]Areópago.
Existen relatos de un hijo de Ares, Cicno de Macedonia, que fue tan sanguinario que intentó construir un templo con las calaveras y huesos de los viajeros a los que asesinaba. Heracles mató a este abominable monstruo, provocando la cólera de Ares, a quien también derrotó, obligádole a volver al Olimpo.

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